Mar, 09/03/2010
Una cuestión central a dilucidar en la muerte del disidente cubano Orlando Zapata es si se trató de un desenlace producto de su huelga de hambre y achacable a él mismo, o de un crimen de Estado producido por las condiciones de la represión política en su país. Creo que se trata de lo segundo y por lo tanto me parece que Orlando Zapata ha muerto de dictadura.
Para la izquierda peruana y latinoamericana es fundamental establecer el carácter de las violaciones a los derechos humanos que se producen en Cuba, entre las que el crimen de Zapata es solo uno de los últimos episodios, para dejarle muy en claro a la ciudadanía que no pretendemos como futuro nada parecido a la dictadura totalitaria que impera en la isla.
Ya pasaron los tiempos en los que estar contra la represión del régimen cubano a su disidencia era ser partidario del exilio reaccionario o del criminal bloqueo de los Estados Unidos contra la isla. Hoy existe otra posición, lejana del estalinismo caribeño y del imperio yanqui, aquella de los que creemos que todos los países, incluido Cuba, tienen derecho a marchar a una democracia sin tutelas de ningún tipo. Una democracia con derechos sociales e independencia nacional como los que logró la revolución cubana en sus albores, pero que ahora desvirtúa con la brutalidad de su represión.
Hoy podemos afirmar que el régimen de los hermanos Castro no es superior a la democracia latinoamericana, a pesar de todos los problemas de esta última. El régimen cubano, como muchos similares, no pudo superar el periodo de dictadura revolucionaria inicial para dar paso a alguna variante de democracia competitiva. Esto lo ha llevado a convertirse en una dictadura burocrática que ha agotado su potencial progresista. Ahora es simplemente un régimen autoritario que ojalá evolucione a una democracia. Aquí valdría la pena recordar a Rosa Luxemburgo, en su crítica precursora a la naciente revolución rusa, cuando dice: “la única libertad es aquella que concedo al que piensa de manera diferente”.
Mientras tanto es un deber de todos los demócratas reclamarle al gobierno cubano la liberación de aproximadamente 200 presos políticos que mantiene en sus cárceles por el crimen de haberse enfrentado abiertamente al poder despótico. La liberación de los presos podría ser un primer paso para una democratización de Cuba que como proceso interno corresponde exclusivamente a los propios cubanos