martes, 2 de febrero de 2010

Nicolás Lynch : No “el mercado” sino este mercado

Una de las pocas respuestas en el terreno de las ideas al Manifiesto publicado hace un par de semanas en apoyo a la candidatura de Ollanta Humala ha sido la de Augusto Álvarez Rodrich. Bien por él, que se separa de la “guerra de calumnias” desatada por varios grandes medios de comunicación. Álvarez Rodrich se ha referido a la contradicción que supuestamente cualquier izquierda establecería entre mercado y democracia, la que, según él, una vez más, se expresa en el Manifiesto señalado.
Allí nuestra discrepancia.
Lo que se plantea no es una contradicción intrínseca entre mercado y democracia, sino entre este mercado, desarrollado por el neoliberalismo, que tiene características oligopólicas, donde solo unos pocos y muy grandes pueden hacer negocios, y el resto de los peruanos. Es decir, este mercado, que se desarrolla económica y políticamente a partir del golpe del cinco de abril de 1992, es contrario intrínsecamente a la democracia.
Esto es así porque se trata de un mercado que se desarrolla sin derechos y sin autoridad pública que establezca las limitaciones necesarias para que pueda crecer sin que su lógica de la ganancia engulla a la lógica de la participación y de las urnas. El mercado crea, en el mejor de los casos, consumidores pero no ciudadanos. Estos se desarrollan en la sociedad civil, que es la escuela de los derechos, y en la política democrática que permite elegir y vigilar a los gobernantes.
No por gusto en condiciones de dictadura Fujimori y Montesinos y luego, en precaria democracia, Toledo y García, se han preocupado por eliminar los derechos laborales, penalizar la movilización social y acusar de terrorista a cualquier organización que se atreva a defender derechos casi de cualquier tipo.
De igual forma, se han preocupado también por limitar, hasta casi desaparecer, la autoridad pública indispensable para regular el mercado y la actividad económica en general. De allí su retórica antiestatista, que no se refiere tanto al monstruo burocrático como a la autoridad que aplica reglas en nombre de todos.

Por ello, hay necesidad de reestablecer y profundizar los derechos, arrebatados por la dictadura y negados por la democracia, que por ello es precaria, y la autoridad que permita hacerlos efectivos. De esta manera podremos tener lo que Augusto nos dice que le gusta: un capitalismo democrático. Capitalismo que la derecha en el Perú es incapaz de construir.