Escepticemia, Gonzalo Casino
Más es menos: a mayor información, mayor ignorancia
Sobre la revolución de la desinformación y sus mecanismos. Escepticemia
A mayor información, menor conocimiento. Esta paradójica afirmación puede ser una buena máxima para ilustrar lo que pasa con algunas cuestiones innecesariamente candentes en nuestros días, desde el cambio climático inducido por el hombre a la evolución darwinista.
Con todas las pruebas científicas acumuladas, con todas la opiniones vertidas por las autoridades en la materia, ¿cómo puede ser que todavía mucha gente no crea en la evolución de las especies por selección natural o que la acción del hombre favorece el cambio climático?
Una explicación podría ser la actual sobreabundancia de datos: la introducción interesada de ciertas dudas obliga a rebatirlas con nuevas explicaciones y más datos, en una espiral informativa sin freno que crea una auténtica ceremonia de la confusión.
Si hay polémica, piensan muchos, será porque no está clara la cuestión.
Y así, lo que está fuera de dudas para los expertos en la materia, acaba siendo un pozo de ignorancia para la sociedad.
La avalancha de información hace que mucha gente se sienta incapaz de discernir las fuentes solventes de las manipuladoras, los hechos probados de las informaciones confusas, lo verdadero de lo falso.
La desinformación y la falta de interés por informarse se retroalimentan mutuamente sin que se sepa muy bien qué fue antes o qué es peor, si la ignorancia o la falta de interés (“Ni lo sé ni me importa”, dice el chiste).
Lo revelador es que cuando la sociedad ignora algo que parece suficientemente probado, normalmente hay algún interés en mantener el desconcierto.
Ahora que se cumplen 200 años del nacimiento de Darwin, la polémica entre darwinistas y creacionistas arrecia más que nunca, y la confusión está servida.
En el Reino Unido, cuna de Darwin y patria de la ciencia moderna, una reciente encuesta difundida por The Daily Telegraph indicaba que la mitad de los británicos no acepta la teoría de la evolución. ¿A quién beneficia esta polémica?
Si la teoría de Darwin fue una bofetada a las religiones creacionistas, ayudó a vencer no pocos prejuicios sociales y significó un importante impulso para la comprensión racional del mundo, no es difícil intuir que el creacionismo es un ataque al pensamiento crítico que ayuda a desenmascarar la ignorancia y las injusticias del mundo.
El estudio de la ignorancia como producto inducido culturalmente ha sido bautizado ahora como AGNOTOLOGIA (agnotology) por el biólogo e historiador de la ciencia Robert N. Proctor, de la Universidad de Stanford.
En su libro Cancer Wars: How Politics Shapes What We Know and Don''''t Know About Cancer, ya estudió las maniobras de desconcierto de la industria tabaquera para sembrar dudas sobre la relación entre tabaquismo y cáncer.
Pero hay muchos otros ejemplos que podrían ilustrar cómo la sobreinformación interesada acaba haciendo dudar no sólo de las opiniones autorizadas sino incluso de los hechos probados. Tras tanto hablar de la revolución de la información, resulta que lo que se nos viene encima es la revolución de la desinformación.